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 Candidaturas testimoniales en Provincia de Buenos Aires: representación en disputa

Las listas bonaerenses vuelven a poner en debate una práctica que erosiona la confianza en la política. ¿Son las candidaturas testimoniales una jugada táctica inevitable o un síntoma de la falta de representación real?


Opinión - Por Regina Giannasi

06 de septiembre de 2025

Las elecciones del 7 de septiembre en la Provincia de Buenos Aires vuelven a reavivar una polémica que nunca termina de apagarse, la de las candidaturas testimoniales. Dirigentes de alto perfil que encabezan listas sin intención real de asumir el cargo, pero cuyo nombre arrastra votos y consolida estructuras. Una práctica que revela tanto el costado más pragmático de la política como su cara más problemática, la distancia entre lo que se promete y lo que finalmente se cumple.

¿Son un cálculo inevitable o un síntoma de falta de representación real? Lo cierto es que ambas explicaciones conviven. Por un lado, responden a la lógica dura de la competencia electoral. Por el otro, reflejan un escenario donde pocos quieren exponerse a encabezar una lista en tiempos de creciente rechazo social a la política. 

El problema no es solo que los testimoniales existan, sino que se repitan como un mecanismo naturalizado. En 2025, el fenómeno alcanza una nueva escala. Al menos 21 intendentes bonaerenses, junto a la vicegobernadora Verónica Magario y el ministro Gabriel Katopodis, se presentan como cabezas de lista sin previsión de asumir. Dentro del peronismo (Fuerza Patria), 14 intendentes cumplen esa función de arrastre, a los que se suman 4 en Somos Buenos Aires y 2 en La Libertad Avanza. Nunca hubo tantas candidaturas testimoniales tan concentradas en un mismo turno electoral desde aquel 2009.

En ese año, Néstor Kirchner, Daniel Scioli, Sergio Massa y Nacha Guevara encabezaron listas en Buenos Aires. Sólo Kirchner terminó asumiendo. La Cámara Nacional Electoral rechazó las impugnaciones contra estas postulaciones, pero el debate social marcó un antes y un después, desde entonces, las candidaturas testimoniales quedaron instaladas como símbolo de la tensión entre estrategia y legitimidad.

Hanna Pitkin, en su clásico The Concept of Representation, diferencia entre representación formal (el mecanismo que legitima la elección), simbólica (la capacidad de generar identificación) y sustantiva (la acción en favor de los intereses de los votantes). Las candidaturas testimoniales cumplen con lo formal y lo simbólico, pero fallan en lo sustantivo. Se transforman en un espejismo de representación, los electores eligen un nombre que, en los hechos, nunca los representará en el cargo.

La pregunta es inevitable, ¿por qué ocurre? Una primera explicación es estratégica. En un distrito como Buenos Aires, donde cada punto porcentual define bancas y poder, las candidaturas testimoniales son un recurso para maximizar votos. Giovanni Sartori, al pensar a los partidos como máquinas de poder, ya advertía que su supervivencia suele primar sobre la renovación genuina de cuadros. 

Pero hay otra explicación, más de fondo: la crisis de representación. Como explica Russell Dalton, las sociedades actuales están marcadas por ciudadanos más críticos, menos confiados y más demandantes de autenticidad. Ese desencanto desalienta la aparición de nuevos referentes y refuerza la dependencia de los partidos de figuras ya consolidadas. Se convierte entonces, en un círculo vicioso, los partidos ofrecen siempre a los mismos, y la ciudadanía responde con mayor desafección.

En definitiva, las candidaturas testimoniales revelan la tensión más profunda de nuestra democracia: la distancia entre la representación que se promete y la representación que efectivamente se ejerce. Y mientras no se resuelva, la pregunta seguirá siendo la misma: ¿a quién votamos realmente cuando elegimos una lista en la Provincia de Buenos Aires?

Regina Giannasi es licenciada en Ciencia Política por la UBA. Sus intereses incluyen la representación política, la comunicación y los procesos electorales.  

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